Un sufrido Gabriel García Márquez partiendo por el medio con un serrucho su obra a la vista del empleado de correos. Solo le alcanzaba para la mitad del peso. A la otra semana con la ayuda de Mercedes (detrás de tode escritor hay una pareja que nos entregaría por dinero y una amoladora) y de embargar su Olivetti Lettera portatil pudo mandar el otro pedazo del rompecabezas a Sudamericana. Y tal vez esa forma surrealistsa de proceder generó la simpatía del lector beta Porrúa que terminó aprobando Cien años de soledad.
En julio de 1991 fui al correo de Szczecin para enviar mi manuscrito de Kolón a Tusquets, al tiempo, ya estando en Argentina, en el Barrio La Estanzuela, recibí la carta de rechazo. No comment.
Entonces hoy quiero hablar de cómo sostenerse sin esperar nada a cambio.
En realidad no voy a decir nada.