Mi Tía ríe, luego ingiere un raticida, sobrevive, reincide, se la lleva una demorona ambulancia del Pami, muere. Y en todo ese tiempo, una mesa que me regaló cuando me casé, riendo y riendo, la casa que tenía una puerta secreta, un marido que pintaba y pintaba y reía cuando con mi hermano Ricardo imitabamos a los Beatles, Twist y gritos y él reía y reía hasta que murió con un cancer clavado como una motosierra en su cuello, pero yo lo vi reir y pintar y pintar y sigue pintando, pinta y pinta, se pasará la eternidad pintando y recogiendo leña con Fany y guarda en un lugar secreto de su ropero revistas pornográficas que un día descubrí.
El pasado como un fósil bruñido, un fragmento petreo que basta que lo invoquen y toma movimiento y desliza luces, y rie y rie, como la graciosa de mi tía.