No hay peor cosa que los domingos a la noche. Los domingos al atardecer ya me iba a preparando para entrar al Liceo Militar, a veces me llevaba mi padre pero muchas veces me iba en Trole, poco recuerdo de ese viaje angustioso que terminaba a las diez de la noche en la Cuadra un juntadero de unos doscientos cadetes, algunos haciendo salto de rana mar en los pasillos y el Dragoneante L**** que me revisaba a ver que llevaba quedandose con chocolatines y luego ordenandome que hiciera salto de rana mar en los pasillos durante un largo rato mientras contenía mi llanto.
Este domingo a la noche me suena que estoy sintiendo la misma angusta que tenía a los doce años, cuando entre al Liceo.
Pero quería hablar de otra cosa, de Las estrategias fatales de Baudrillard, un libro que me regaló Antonio cuando acababa de volver de España. No recuerdo bien, creo que fue en 1983. Antonio había estado un tiempo viviendo en España y creo que en Italia. Ese libro me ayudó a entender muchos de mis fracasos y le daba una vuelta a ciertas cosas de Sartre, pero no me quiero poner tan solemne.
El libro habla del fracaso de no desear lo deseado y de desear el deseo de los otros cuando no desean. Es una verdad contraria a todos los libros que andan divagando por el mundo y hablan de la seducción, del poder de despertar el deseo. A esta altura del partido no se que pensar, pero como este no es un ensayo filosófico no me adentraré en este filósofo menor del posmodernismo.