Liceo Militar, la echada, 4 de julio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Me tiene casi sin cuidado que me lean, me importa un huevo el lector, escribo para mi y ¿por qué en este medio público?, no lo, se en cierto sentido desbordo creatividad, vida, poder, como Zárate en Punta de Vacas, y lo quiero prodigar y no se si eso, puro automatismo de agua de manantial, lo mismo que me pasó cuando en tercero me echaron del liceo y lo primero que hice fue anotar en mi diario esos últimos momentos, cuando estaba en clase y llego el preceptor Duek y me pidió que saliera y alli me dieron la noticia de que me habían echado, que estaba dado de baja y llorando fui a mi compañía, lloraba y empecé a empaquetar, cambié mi sable Solingen, muy codiciado, a un compañero que me lo pidió. En la calle me esperaba mi padre, muy tranquilo, caminamos hasta la salida.

 

Hice algunos intentos para que me reincoporaran, nos recibió un militar que me dijo que no había que andar al filo de la navaja y que yo lo había hecho mucho tiempo con mis permanentes sanciones, días de arresto y unos cuatro meses sin salir del liceo, me quedaba privado todos los fines de semana.

Mi madre me venía a visitar.

 

 

 

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