La mancha roja, noveno día

Frente a un revolucionario, y eso tal vez lo sabía Dosto y lo sabía Haroldo y Walsh y el Eternauta y todos los rusos poetas que amasijó Stalin.

Frente a un místico como el primigenio Silo, mi amigo Antonio, yo mismo antes, no ahora, un Gurdjieff, un Ouspensky borracho y que se caía, de desplomaba cuando leía Psicología de la posible evolución, esos místicos se ríen de los artistas, también. Los consideran, como una vez dijo Antonio, literatos.

En el 2010 hacia muy poco tiempo que había llegado de España y me juntaba con Antonio y RS en el Cafe del Kilómetro cero de Mendoza, fueron varios encuentros. Antonio andaba con el manuscrito de su libro La conciencia replegante y lo tomó RS quién hizo un analisis ortotipográfico, no pudo ver entrelineas a Husserl, a Heidegger, al Bahgavita, a Brentano, solo vio puntos y comas, párrafos, la palabra justa y sacó, como quien saca el cuchillo largo de carnicero, su bolígrafo rojo y empezo a tachar y tachar, hasta que la primera página de la Conciencia Replegante quedo convertida en una mancha roja, un tomatazo en la cara de Antonio y  vi toda la bronca.

Cuando RS reivindicó a Stephen King, Antonio aprovecho para decir que ese escritor es pura mierda, aborrecible y su bronca crecia y crecia frente a la mancha roja. RS se defendió timidamente y sabiendo que se venía un tornado, un deguello, que no fue pero todo terminó mal esa mañana en el café.

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