«Leibniz y no Heidegger», me corrigen mi autodidactica militancia filosófica y hoy a las una de la tarde, apenas me despierto, deprimido, agobiado, diciendo que nada, que ahora solo la nada, que ningún ente tiene sentido, ni incubook, ni escribir, ni esa imposibilidad óntica de ponerme de novio o de recordar cosas luego que Zballs me visitara higiénicamente para pasear a Jama y yo en la cocina la abrazara y ella me diga, no, no, mirá que es la ultima vez que vengo y yo aflojo y la borro del Facebook y borro todos sus mensajes y otras cosas ultrajantes contra mi persona como soñar anoche que llegaba a un lugar en lo alto y que para bajar no era tan fácil había una escalera que llevaba a abajo pero era muy peligrosa esa escalera.
Entonces cuando me pongo a desayunar y sigo anímicamente pensando que nada tiene sentido, en ese estado, me nace, como musguito en la piedra eso de que voy a escribir algo, y ademas se me ocurre una novela.
Incluso le doy un nombre: Parpadeo, en realidad el nombre deviene de la estructura de la novela, que se me ocurrió mientras a la una de la tarde estaba durmiendo-bajoneado, una de mis repitidades.
En la novela, la protagonista vive en escenas de cine, adosadas una a otra las escenas, va de una a otra y esa es toda la novela un agregado caótico, aleatorio de escenas separadas por un parpadeo.
Ahora me esforcé en escribir, a pesar de las pocas ganas o motivaciones para hacerlo, porque en estos 30 días habré registrado mi pequeña brevedad de mi eterna recurrencia.