Mercedes Sosa su tristeza, sus 6 whiskies diarios, le arruinan la voz, pero no mejora, ni ella sabe porque atrae tanta gente, ella que su hijo que le hace la documental se suicida, como el musguito en la piedra de su amiga del alma, del cuerpo, Violeta Parra.
Y vuelvo a eso de que el pasado es un musguito en la piedra, no lo digo yo, lo dice la hermana de Nicanor, que murió en la miseria, se pego un tiro cuenta Mercedes y todo lo que fue convertido en un museo, en una piedra que debe estar en algún lugar del universo y que los seres de cuatro dimensiones lo podrán encontrar y por eso estoy escribiendo mi novela Fósil, basada en las ideas filosóficas de Ouspensky, lean su libro Un nuevo modelo del universo o el Tertium Organum, algo de eso hay en mi futura novela tan de ciencia ficción como El Aleph.
Recién pensaba que somos inmortales, tan inmortales como el trilobite del museo británico, y esta autobiografía es misión arqueológica, espero recuperar, recoger fragmentos e imaginar como habrán sido esos monstruos que me asustaban en las noches, apenas tengo ahora una uña negra del monstruo, nada más, pero paciencia.
La Afeitadora Remington de mi padre, destrozada en docena de pedazos, no se si siempre se le caía, o Pochola se vengaba dejandola caer una y otra vez, solo se que estaba llena de grietas, y su ruido en las mañanas, fiel compañera de la licuadora del mediodía, también muy ruidosa y la heladera Siam también armando batifondo a las tres de la madrugada, todos esos ruidos, el de mi padre corriendo por la casa, haciendo gimnasia, ese mundo está en algún lado y lo iré reconstruyendo.