Una cosa importante es sentirse importante.
De qué valen tantas galaxias, tantos millones de años si yo no voy a estar.
Las inmortalidad fue siempre una preocupación en mi vida y en el año 75 y 76 la certeza de que podías morir con 22 años se hizo ominosa.
Cargué mis diarios, los tenía en una vieja radio a válvulas que había convertido en cofre con llaves y todo. El trabajo lo había realizado el carpintero de la familia, Don Carlos, un polaco que vivía a unas dos cuadras de mi casa en la calle Saavedra, en la misma calle donde vivió Quino.
Todos los placares de mi casa fueron obra de este hombre que tenía un taller por la calle Francisco de la Reta, una vez lo visité con mi madre, había olor a chucrut, estaba muy viejo y enfermo y lo ayudaba su esposa una mujer diminuta sacada de un cuento de los hermanos Grimm, ya nada queda de eso, cada vez que paso por el lugar me acuerdo.
Cada vez que paso por mi casa de Carlos Paz 1170 en el Barrio San Ignacio me acuerdo, aparece la etermitencia, como si en el eter viviera la eternidad y la eterna repeticion, la repetidad, lo que el ciego advirtió en una esquina de Barracas.
Arrojé al canal cacique Guaymallen mis diarios en una caja y cuando el agua se llevaba todo pensé en quién lo encontraría y aún temiendo lo peor que leyeran mis escritos una mezcla de subversivo marxista pero también de mi epoca de confesiones psicologicas sexuales y macabras, no sabía a que temerle más.
En el Siloismo estuve dos o tres años, de los 19 a los 21, y llevaba un diario tipo:
Hoy estuve bajoneado, mi bioritmo fue este:
Intelectual 4
Emocional -2
Motriz 4
Sexual 10000
También escribíamos nuestra autobiografía según el método de Silo que voy a explicar más adelante.
Sigo con el Canal Cacique Guaymallen, ese día venía mucha agua y mis papeles cayeron en las aguas turbulentas del, del…