La esperanza es la mortadela de la nostalgia.

Hoy siendo las once de la noche, con los dedos asabañoñados, luego de una clase de gimnasia online con mi profesor que ayer me filmó para Instagram, con El arco iris de gravedad leido en un cinco por ciento, las primeras escenas.

Hoy pensé todas las cosas que voy siendo, haciendo.

Actor, comediante, gurdiebo, siloista, marxista, peronista, yogui medicado, agobiado paciente, fans de lacanianos, valverdianos, gramchianos y , krishnamurtianos de las neuronas espejos, deprimido, aventurero, revolucionario, genuflexo, ávido de fama literaria, escritor, narrador, poeta, profesor, confundido, esposo fracasado tres veces, rechazado.

Entre los misterios nostálgicos ahora recuerdo las mortadelas bochas que compraba mi padre, los consabidos sanguches en la noche acompañados de leche achocolatada. Toda mi infancia y parte de mi adolescencia transcurrio en noches mortadelas acompañadas con quedo blando, un queso se iba a mohosando en la heladera, secando, iba decreciendo y el arte de mi padre para cortarle la coraza.

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