Son las 13:00, hoy desperté mi cuerpo a las doce, me revoleaba en la cama desde las diez y me decía que sentido tiene que me levante, hoy es un día literalmente desganado. Y no es inédito, el desgano, el apoltronamiento interior es solo exacerbado por mi duelo freudiano, por la incubata fernandezca ad eternum de papá «lo hago por tu bien».
Hoy en un abrupta epifanía, confusa, descifrada a medias, pensé, este día, mi día 24464, debe ser una eterna recurrencia, que lo que ahora me está pasando ya me ha pasado y bastaría con calibrar mi paciente «habla memoria». Nada nuevo me puede pasar, es como que día a día, el pasado se va densificando, es una masa aburrida, pétrea y que elije el menú de tu día y esa es una terrible eterna recurrencia muy distinta de la que fabuló Nietzsche frente a la pavura de la nada.
Pero no se vayan, prometo no mencionar mas a gente rara. Intento lenguaje llano, coloquial, gentilicio.
Hice, o estoy haciendo la ilustración de lo que digo:
Y este día, 29 de junio de 2020,es el día 2446 desde que emergí del voyager Concepción, donde había pernoctado nueve meses.
Se me ocurrió un cuento, alguien que hace un Arca de Noé en miniatura y que sabe que la única solución es miniaturizar. El arca en realidad es una nave espacial que construye con los aportes tecnológicos de su amigo Gastón C.
La nave está lista, le dice el especialista en nanorobótica Gastón. Incluso, le aclara, también está listo el rayo reducidor por si ya lo querés probar.
Lo hacen con la perra Jama
Continuará en mi autobiografía confusa de una singular entidad…